El planeta estalló luego de un brillante relampagueo. Mar-ion se dió al llanto desde su nebulosa de dolor. Ríos de plasma corrían por sus mejillas casi incorpóreas.
Desde
los dos soles que componían la mirada de Geb empezó a brillar una
fría luz azul que hacía suponer un contagio de una idea. Algo así
como una posesión, pero no de otro ser, de un estado mas bien. Cosa
así de extraña ¿acaso se había visto alguna vez en el universo?
Comenzó a perseguirla por los sistemas mientras ella buscaba otra
joya. Alguna que significara tanto, que hiciera que las erupciones de
aquel incómodo caudal de confusión dejara de recorrerle el rostro.
Pero al parecer ninguna la hacia sentir bien.
- Las gemas
vivas siempre terminan muriendo - le dijo en un rincón de una
espiral en el que logró encarar sus dos estrellas amarillas
- ¿Es decir que la
próxima también morirá?
Mas
que calmar esa locura que ahora compartían, parece que el
razonamiento bruto de Geb, solo empeoró todo. Tan extraño fenómeno
debía quedar registrado, por lo cual Geb no pudo con la tentación y
empezó a llamar a lo que a el le pasaba:“empatía”.
Pero
se tomó mas tiempo para nombrar lo que le sucedía a ella. ¿Porqué
perder una joya con criaturas dentro haría sentir tan mal a alguien?
¿Porqué esa necesidad de tener otra?
Antes
de nombrar al fenómeno Geb creyó que sabia la forma de eliminarlo.
Se lanzó hacia su compañera, y la rodeó con sus brazos y ambos
comenzaron a hervir mientras una oscura masa destilaba por el calor y
termino separándose de ellos como escoria de plata. Mar-ion le
preguntó a los soles rojos de Geb:
- ¿Cómo se llama?
- Tristeza. - Contestó
el.
Jamás
se volvieron a separar. Allá, lejos, en una pequeña espiral, se
hallaba una joya nueva y llena de seres. Geb la llamó "Tierra".
Hacia allí se dirigieron.
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